Escena de spaghetti western
Aunque
era especialista en hacer bromas crueles o comentarios mordaces a manera de
chiste, casi sentí pena cuando Renato le dijo “es posible que esas botas te sobrevivan”.
Sin
embargo, levantó su pie derecho con un gesto despectivo y entre dientes soltó su
frase favorita: “todavía me quedan balas”.
Y es
que conversar con él era reencontrarse con uno de esos personajes sin nombre de
los spaghetti western: Cada palabra musicalmente ubicada en contexto, la
postura exagerada en ademanes teatrales sin llegar a lo grotesco, un cigarrillo
a medio labio que parecía nunca agotarse y la mirada cetrina, esperando siempre
la respuesta a sus sarcasmos.
Era
nuestro profesor, y también nuestro amigo. Era el poeta ilustre, pero también
un atorrante insufrible.
Un
domingo llegó tarde al acostumbrado conciliábulo de la esquina. Venía con su
nieto y para sorpresa de todos, no traía cigarrillos, ni pidió una cerveza al
portugués.
- Es que tengo que volver al
tratamiento, dijo susurrante,
como si la frase fuera muy gruesa, aún para su afilado verbo.
Todos
callamos un momento, porque en el fondo, esperábamos que soltara un comentario
atroz para completar la expresión, como si la cicatriz en su mejilla fuese
realmente –como en sus historias, la marca de un machetazo accidental en la
noche, o el recuerdo de una pelea y una tendida puñalada.
Su
mirada baja, nos recordó que esa marca, y la de su pertinaz carácter, eran la
memoria de un careo con la sempiterna protagonista de sus historias y poemas,
la musa insondable que le acompañaba en sus andanzas. Era la marca de su
encuentro con la muerte, a manos de un cáncer agresivo que le había arrancado
con las muelas, una parte de su sonrisa.
- Sólo vine para que sepan, porque de
ninguna manera, ella será más rápida que yo, dice tras una pausa, y pareciera levantarse el poncho,
tapando la mirada con el ala de un sombrero inexistente.
No se
despide como siempre, pero cuando se aleja en la tarde, uno casi puede escuchar
la música de Morricone acompañando sus pasos, pasos de sobreviviente que sin
contar las balas, va por la vida, sin llevar la vida a cuestas.
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